Libros y árboles, fragmentos y menciones

Libros y árboles, fragmentos y menciones, Kundera, Auster, Murakami, Bukowski, Cortázar, Goethe, Ibarbourou, Lispector, Cohen, Saint - Exupéry, María Elena Walsh

Algunas menciones a árboles en textos célebres, las fotos de la entrada son tomas de algunos objetos inventados...

Milan Kundera en La Despedida
“Empieza el otoño y los árboles se vuelven amarillos, rojos, castaños; es como si el pequeño balneario estuviera rodeado por un incendio. Por el pórtico pasean las mujeres y se inclinan hacia las fuentes. Son mujeres que no pueden tener hijos y que en este balneario esperan lograr la fertilidad”…
“Miraba los árboles a su alrededor. Sus hojas eran verdes, rojas, amarillas y castañas. Los bosques parecían un incendio. Se dijo que se marchaba unos días y que los bosques ardían, y su vida y sus recuerdos se consumían en aquellas llamas maravillosas y despiadadas. ¿Debía sufrir por no sufrir?. ¿Debía quizás sentir nostalgia por no sentir nostalgia?. No sentía nostalgia, pero tampoco tenía ganas de apresurarse”…

Haruki Murakami. Sauce ciego, mujer dormida (fragmento)
 ... la novia de mi amigo dibujó una colina. En la cima había una casita. Dentro de la casita había una mujer durmiendo. Alrededor de la casa crecían los sauces ciegos. Y eran éstos los que le provocaban el sueño.

–¿Y qué diablos son los sauces ciegos? –preguntó mi amigo.
–Pues esos árboles de ahí.
–Jamás he oído hablar de ellos.
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Libros y árboles, fragmentos y menciones
–Es que me los he inventado yo –sonrió ella–. Los sauces ciegos tienen un polen muy fuerte, y cuando unas pequeñas moscas portadoras de ese polen penetran en el oído de una mujer, ésta se queda dormida.
La novia de mi amigo cogió una servilleta de papel y dibujó un sauce ciego. Era un árbol de tamaño similar a la azalea. Tenía flores, pero éstas estaban rodeadas de gruesas hojas verdes. Las hojas recordaban un ramillete de colas de lagartija. Los sauces ciegos no se parecían en absoluto a los sauces de verdad.
–¿Tienes tabaco? –me preguntó mi amigo. Le arrojé por encima de la mesa un paquete de Short Hope y una caja de cerillas empapados de sudor.

–Los sauces ciegos parecen pequeños, pero sus raíces son terriblemente profundas –explicó ella–. De hecho, cuando llegan a determinada edad, los sauces ciegos dejan de crecer hacia arriba y empiezan a extenderse hacia abajo. Como si se nutrieran de las tinieblas.
–Entonces, las moscas transportan el polen, penetran en el oído de una mujer y la duermen, ¿no? –dijo mi amigo mientras intentaba trabajosamente encender un cigarrillo con una cerilla húmeda–. ¿Y qué hacen luego esas moscas?
–Se quedan dentro del cuerpo de la mujer y van comiéndose su carne, claro –explicó ella.

Charles Bukowski "Mi alma borracha de vino es más triste que todos los arboles de Navidad muertos del mundo"


Paul Auster en Noches blancas

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Libros y árboles, fragmentos y menciones
Nadie aquí,
y el cuerpo dice: cuanto se diga
no debe ser dicho. Pero nadie
es un cuerpo igualmente, y lo que el cuerpo dice
nadie lo oye
sino tú.

Nevada y noche. La repetición
de un asesinato
entre los árboles. La pluma
se mueve por la tierra: ya no sabe
qué va a ocurrir, y la mano que la sostiene
ha desaparecido.

Escribe, sin embargo.
Escribe: en el principio,
entre los árboles, un cuerpo vino caminando
desde la noche. Escribe:
la blancura del cuerpo
es del color de la tierra. Es tierra,
y la tierra escribe: todo
es del color del silencio.

Ya no estoy aquí. Nunca he dicho
lo que tú dices
que he dicho. Y, sin embargo, el cuerpo es un lugar
donde nada muere. Y cada noche,
desde el silencio de los árboles, sabes
que mi voz
viene caminando hacia ti.

Le preguntan a Paul Auster: ¿Podrías contarnos si tienes un libro favorito que sea poco conocido?

Weeds of the West, un manual de 628 páginas ilustrado profusamente, escrito por un equipo de especialistas en hierbas y publicado por la Sociedad Occidental de Ciencias de las Hierbas. Las fotografías a color son espléndidas para ver, pero lo que más me gusta del libro son los nombres de las flores silvestres: ambrosia tormentosa, hierba de Santiago, cardo mariano, hierba de la muerte, hierba de la golondrina, albejana basta, epilobio, hierba espiguera. Hay cientos de ellas, y el puro placer de leer esas palabras en voz alta siempre me levanta el ánimo. La poesía de la tierra de Estados Unidos.

JW von Goethe

Las hojas de este árbol, que del Oriente a mi jardín venido, lo adorna ahora,
un arcano sentido tienen, que al sabio de reflexión le brindan materia obvia.
¿Será este árbol extraño algún ser vivo que un día en dos mitades se dividiera?
¿O dos seres que tanto se comprendieron, que fundirse en un solo ser decidieran?
La clave de este enigma tan inquietante Yo dentro de mí mismo creo haberla hallado:
¿ no adivinas tú mismo, por mis canciones, que soy sencillo y doble como este árbol?


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Libros y árboles, fragmentos y menciones
Julio Cortázar.  Fama y eucalipto

Un fama anda por el bosque y aunque no necesita leña mira codiciosamente los árboles. Los árboles tienen un miedo terrible porque conocen las costumbres de los famas y temen lo peor. En medio de todos está un eucalipto hermoso, y el fama al verlo da un grito de alegría y baila tregua y baila catala en torno del perturbado eucalipto, diciendo así:
– Hojas antisépticas, invierno con salud, gran higiene.
Saca un hacha y golpea al eucalipto en el estómago, sin importársele nada. El eucalipto gime, herido de muerte, y los otros árboles oyen que dice entre suspiros:
– Pensar que este imbécil no tenía más que comprarse unas pastillas Valda.

Clarise Lispector Amor, fragmentos

Ella había plantado las simientes que tenía en la mano, no las otras, sino esas mismas. Y los árboles crecían. A cierta hora de la tarde los árboles que ella había plantado se reían de ella. Cuando ya no precisaba más de su fuerza, se inquietaba. De lejos se veía la hilera de árboles donde la tarde era clara y redonda. Pero la penumbra de las ramas cubría el atajo.
A su alrededor se escuchaban ruidos serenos, olor a árboles, pequeñas sorpresas entre los "cipós". Todo el Jardín era triturado por los instantes ya más apresurados de la tarde. ¿De dónde venía el medio sueño por el cual estaba rodeada? Como por un zumbar de abejas y de aves. 
En los árboles las frutas eran negras, dulces como la miel. En el suelo había carozos llenos de orificios, como pequeños cerebros podridos. El banco estaba manchado de jugos violetas. Con suavidad intensa las aguas rumoreaban. En el tronco del árbol se pegaban las lujosas patas de una araña. La crudeza del mundo era tranquila. El asesinato era profundo. Y la muerte no era aquello que pensábamos.



Leonard Cohen- Tres buenas noches

De alguna parte simple de mí mismo
que no consigo agotar
       tomé una bendición para las flores
que se crispaban en la noche
como puños celosos de amor
        como nudos
que nadie puede deshacer sin destruirlos
        La nueva mañana me arropó
en una bruma azul
        como el polvo bajo un traje de boda
Después seguí al día
como una nube de pesadas ovejas
        detrás del judas
ascendiendo por una rampa rodeada de sangre
hasta el terror de cada edificio negro

Diez años, viajes sellados sueños no ganados
Risas que intentaban tentarme hacia la senectud
         vertidas por amigos estrellas carne desconocida mulas Mar
Instantáneo conocimiento de cuerpos material y espíritu
         que aprendido lentamente hubiera hecho sonreír a la muerte
Historias convirtiéndose en teorías
         que tan sólo rogaban el ser expuestas una y otra vez
Muchachas flotando sobre los capullos de mi boca
         con un musculoso beso triangular
         de boca ordinaria a boca secreta
No obstante, mi homenaje a vosotras pegajosas flores
          rabinos verdes y rojos sirviendo al sol como bandejas
Al final me ofrecisteis el dogma que me enseñasteis
          a desdeñar y yo como buen alumno lo desdeñé
Caí bajo las diagramadas praderas como el fragmento
         de una estatua perfecta con estratos de ciudades construidas sobre él
Os vi poderosas y os vi felices
         de que no pudiera vivir tan sólo para la siega
de que fuera un verdadero ciudadano de la lenta tierra
Luz y Esplendor
en las huertas durmientes
que penetran entre los árboles
como la procesión de una boda en una película muda
penetrando bajo los arcos de ramas
sólo por amor
Desde una colina observaba
respirar a las flores de manzano
que aspiraban la plata de la noche
como peces comiendo las esferas
de aire del agua del río
Así la iluminada noche alimentaba
las dormidas huertas
penetrando en las bóvedas de ramas
como una sagrada procesión
Larga vida al poder de los ojos
Larga vida a los escalones invisibles
que los hombres pueden leer en una montaña
Larga vida a la máquina desconocida
o corazón
que por deseo o accidente
vierte con gracia de vencedor
un clima interminablemente perfecto
sobre las perfectas criaturas
que amamanta el mundo
Montreal
Julio 1964

Antoine de Saint - Exupéry- Fragmentos El Principito
Las personas mayores no les creerán, seguramente, pues siempre se imaginan que ocupan mucho sitio. Se creen importantes como los baobabs. Les dirán, pues, que hagan el cálculo; eso les gustará ya que adoran las cifras. Pero no es necesario que pierdan el tiempo inútilmente, puesto que tienen confianza en mí.
-Los hombres de tu tierra -dijo el principito- cultivan cinco mil rosas en un jardín y no encuentran lo que buscan.
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Libros y árboles, fragmentos y menciones
-No lo encuentran nunca -le respondí. -Y sin embargo, lo que buscan podrían encontrarlo en una sola rosa o en un poco de agua...
-Sin duda, respondí. Y el principito añadió:
-Pero los ojos son ciegos. Hay que buscar con el corazón.
Yo había bebido y me encontraba bien. La arena, al alba, era color de miel, del que gozaba hasta sentirme dichoso. ¿Por qué había de sentirme triste?
-Es necesario que cumplas tu promesa -dijo dulcemente el principito que nuevamente se había sentado junto a mi.
-¿Qué promesa?
-Ya sabes... el bozal para mi cordero... soy responsable de mi flor.
Saqué del bolsillo mis esbozos de dibujo. El principito los miró y dijo riendo:
-Tus baobabs parecen repollos...
-¡Oh! ¡Y yo que estaba tan orgulloso de mis baobabs!
-Tu zorro tiene orejas que parecen cuernos; son demasiado largas.
Y volvió a reír.

Juana de Ibarbourou en La Higuera

 Porque es áspera y fea, porque todas sus ramas son grises, yo le tengo piedad a la higuera. En mi quinta hay cien árboles bellos: ciruelos redondos, limoneros rectos y naranjos de brotes lustrosos. En las primaveras, todos ellos se cubren de flores en torno a la higuera. Y la pobre parece tan triste con sus gajos torcidos que nunca de apretados capullos se visten… Por eso, cada vez que yo paso a su lado, digo, procurando hacer dulce y alegre mi acento: – Es la higuera el más bello de los árboles en el huerto. Si ella escucha, si comprende el idioma en que hablo, ¡qué dulzura tan honda hará nido en su alma sensible de árbol! Y tal vez a la noche, cuando el viento abanique su copa, embriagada de gozo, le cuente: – Hoy a mí me dijeron hermosa.

Carlos Thays- Paisajista
El hombre, sobre todo el que trabaja, necesita distracción y ¿acaso hay alguna cosa más sana, más noble, más verdadera, cuando se sabe apreciarla, que la contemplación de los árboles, de las hermosas flores, cuando son dispuestas con gusto? El espíritu entonces descansa, las penas se olvidan monentánamente por lo menos, y el aspecto de lo bello, de lo puro, produce un efecto inmediato sobre el corazón. El hombre vuelve enseguida ora al trabajo, ora en su familia, bajo el imperio de disposiciones más favorables que las que hubiera tenido sin esos momentos de contemplación encantadora.
Desde el momento de su nombramiento participó entonces en la creación, ampliación y remodelación de gran parte de los parques y plazas públicas de todo el país. 
La felicidad anida más en la nobleza de un bosque que en el lujo sin verde.

María Elena Walsh- Canción del jardinero

Mírenme, soy feliz 
entre las hojas que cantan 
cuando atraviesa el jardín 
el viento en monopatín. 
Cuando voy a dormir 
cierro los ojos y sueño 
con el olor de un país 
florecido para mí. 

Yo no soy un bailarín 
porque me gusta quedarme 
quieto en la tierra y sentir 
que mis pies tienen raíz. 

Una vez estudié 
en un librito de yuyo 
cosas que sólo yo sé 
y que nunca olvidaré. 

Aprendí que una nuez 
es arrugada y viejita, 
pero que puede ofrecer 
mucha, mucha, mucha miel. 

Del jardín soy duende fiel, 
cuando una flor está triste 
la pintó con un pincel 
y le toco el cascabel. 

Soy guardián y doctor 
de una pandilla de flores 
que juegan al dominó 
y después les da la tos. 

Por aquí anda Dios 
con regadera de lluvia 
o disfrazada de sol 
asomando a su balcón. 
Yo no soy un gran señor, 
pero en mi cielo de tierra 
cuido el tesoro mejor 
mucho, mucho, mucho amor


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Mafalda de Quino y árboles
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